Tríptico Trotskiano
El tríptico consta de tres cuadros: Magiografía Bolchevique (1967), óleo sobre tela, 316.5 x 405 cm; Viena 19 (1973), óleo y temple sobre tela, 316. 5x 405 cm y El instante (1981), óleo y temple sobre tela 316.5 x 405 cm, Colección INBA/Museo de Arte Moderno. El conjunto integra una de las obras más significativa de Vlady, tanto por el simbolismo como por la riqueza cromática. He aquí el juicio de Jean- Guy Rens, biógrafo de Vlady: “Los tres cuadros que Vlady le dedicó a Trotsky representan el homenaje artístico más grandioso dirigido a un jefe político y también el más fraternal. A pesar de la inmensa producción cromática que inspiraron, ni Lenin, ni Stalin, ni Mao recibieron jamás un reconocimiento semejante”. (http://www.vlady.org/galerie/trip-s.html)
Tríptico Trotskiano
(Texto de Vlady))
A mi madre Liuba in memoriam
Treinta y cuatro metros cuadrados de lino, expresamente encargado en Bélgica, dedicados a una trilogía sobre Trotsky, sin la menor esperanza de lucrarse, trabajando en el espacio de catorce años, redundando en una reflexión sobre la pintura, efectuada con los materiales; pasando de "la pintura moderna" directa, a la pintura del siglo XV, de transparencia, profundidad y relieve; pintando con sentido renacentista en cuanto a tamaños de figuras humanas, para salas amplias sin miramiento a urbanizaciones comerciales; sin reparo en tiempo y materiales invertidos; por el gusto o por la necesidad de hacerlo; es lo que vemos ahora ¡diez, veinte años después! No creamos al artista sobre palabra; siempre mitifica, se justifica. ¡No puede hacer otra cosa! ¡Desmiéntame si puede!
La desmedida, es pasión, jerarquía de importancia. ¡Pretensión! México es instancia de desmedidas, Rusia también, para bien o para mal. El entonces Secretario de Hacienda Julio Rodolfo Moctezuma Cid, me dijo cuando terminé los dos mil metros de murales en la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada "Aquí usted pudo expresar toda una cultura vencida". ¿Quién preveía la perestroika? "Ahora esta cultura pertenece a México. Es nuestra. Si retorna allá, será como nuestra también": ¡Conjunción de desmedidas! Orozco, Diego, Siqueiros: muralistas; Tamayo pintor de caballete e interiores privados, de cuadros grandes; y pintores de talentos desiguales, han trabajado cuadros de mayores tamaños, en la tradición más ambiciosa de las grandes machines picturales.
El autor de la trilogía reúne estos sentimientos de renacentismo, motivado por las frecuentes visitas infantiles al Ermitage, a finales de los veinte, cerca de nuestra casa en Leningrado (ulitza Zheliabova 19-kv. 4, tel. 2-13-54). En seguimiento de esta cultura pictórica, luego en Bruselas, en casi toda Europa reiteradas veces, por muchos años. México ¡El destierro! le ofreció la oportunidad de un trabajo asiduo, amparado por Isabel: un trabajo que a la postre resulta de una extraña coherencia, aun implicando ingredientes muy diversos. Quizá se puede entender la ciega obcecación, "camino que arranca de la conciencia de la propia ignorancia del conocimiento de sí mismo, de sus propias fuerzas", dice el filósofo, pero siento que para mí, el yo es insuficiente, y quisiera que me excusaran la pretensión de la pretensión, siempre vanidosa vista desde abajo, pero simplemente responsable vista en la perspectiva de la tarea cumplida; del destino de mi familia, como mariposa clavada por la historia de un siglo, con alcurnia de espíritu apasionado. Los dramas son particulares. la tragedia escribe el destino de la especie. Isabel dice que "Magiografía bolchevique", es más la imagen del exilio en Oremburgo, confín asiático de la Siberia occidental. La imagen correspondiente a la salida de la infancia.
El cuadro se empezó con gran júbilo, se mantuvo en esta tónica durante seis meses. Me ofrecí preparado con gran esmero. Ponía capas, lijaba, medía aceites, los desgrasaba, mezclaba piedra pómez, polvo de mármol, volvía a lijar, hacía "polvos de mariposa", improvisaba, surgían cambios de ritmo y tónicas ¡Strawinski! Seis meses. Llegó el crítico francés Thailandier, quien me dijo: "Los mexicanos tenéis la costumbre de terminar (finir) los cuadros. ¡Cuando el cuadro está pintado, ya no hay que tocarlo!" Me sacó de apuros. Entonces aún no hubiese sabido cómo ponerle pentimentos y transparencias. Estos aparecieron en el segundo cuadro: "Viena 19, Coyoacán",cinco años después, entrando a tientas en la fase de pintura veneciana, ya practicada en los cincuenta, y abandonada.
"Magiografía bolchevique" es mosaico de temas con una "profusa variedad de recursos", juego de representaciones privadas, del ámbito de mi infancia, protegida de las terribles asperezas de la realidad rusa por la ecuanimidad de mi padre, a cuyo lado todo se volvía luminoso y bello. La sopa de col agria, sin más, las gélidas noches estelares, en espera de petróleo para el quinqué, o por el pan negro; mis culpables exclusiones de la escuela, en realidad formas de presión sobre mi padre; inclusive la atroz locura de mi madre, en momentos de calma se volvían reflexiones de psicología práctica y gran ternura familiar. Los camaradas bolcheviques-trotskistas me daban verdaderos cursos de historia política y económica, me contaban de Lenin, con verdad, crítica y humor. Mucha gente moría de hambre. Tuvimos graves males, de escorbuto, mi padre estuvo a punto de morir. Participé en gavillas con exaltada motivación; robamos conejos, gallinas, legumbres; una vez quitamos un enorme pistolón a un guardia borracho; otra vez, la gavilla de niños, fuimos perseguidos por un jinete en la estepa, algunos escapamos tirándonos al agua del Ural, desde la alta ribera, escondiéndonos en la Roshcha (bosquecillo). Voté contra la ley condenando a muerte niños por "robo de la propiedad socialista", produciendo gran escándalo en la escuela: Todos robamos, no podemos votar la pena de muerte para nosotros mismos". Fui excluido. Hay una carta de André Gide pidiendo mi reintegración. En los límpidos cielos, helados en invierno y ardientes en verano, colgaban larguísimos filamentos de seda, que mi maestro de física, enjuto uniformado con voz estentórea, explicaba ser "visos de moléculas del aire". Desde entonces tengo un sentimiento recurrente, de lo que medio siglo más tarde supe es la anaclástica, que a menudo caracteriza el ámbito de mis dibujos y cuadros. ¡No me crea sobre palabra, verifíquelo! En "Magiografía bolchevique" es muy visible, pero en formas variadas. La composición es de paralelas verticales, alteradas por un medio círculo (otra observación del crítico Thailandier: "esquema de la forma de estabilidad dinámica, propia del clasicismo" .
Pero usted, estimable lector, quiere leer la temática, aquello que se puede decir por teléfono, y que hace al cuadro prácticamente innecesario. La imagen está basada en una foto de familia (refotografiada) de aquellos tiempos. Trotsky atravesando la Plaza Roja con su estado mayor (1921). Las figuras pintadas son reales y ficticias. Muralov, el bigotón titánico (fusilado por Stalin), un comisario, hecho de maderas ensambladas, como isbá rusa, escaleras al cielo y cruces subiendo escaleras, a la izquierda el general Yakir, fusilado por Stalin, murió gritando "viva Stalin", pensando que era víctima de un complot contra aquél. Su hijo, de los primeros disidentes de los sesenta acabó por desdecirse oprobiosamente, torturado. Represento al general, en levitación sobre un zoclo, en realidad caja de limpiabotas. En medio del cuadro, como halo de santo, una IIanta, los grafismos en su centro evocan rasgos de Lenin, pero a la vez los de su hermano ahorcado por una conjura terrorista contra el Tzar Alejandro III, pero a su vez alusiva/elusiva, evocan do rasgos de San Giovani Labra, un bienaventurado que se pasó la vida mirando al cielo, atendiendo pestíferos, viviendo de limosna y, mugroso como era, murió con el "cuerpo de puro marfil". No hizo nada; ¡miraba al cielo! El friso que forma el vacío entre las piernas de los personajes, son convexas cúpulas de iglesias ortodoxas. Trotsky está apenas indicado con pocas pinceladas, la tela está en crudo, otra mitad suya avanza... Hay formas de piolet, de cadalsos... escondidos en el color.
Me decidí a pintar el segundo cuadro, ante la amenaza de que La Casa desapareciera; ante el peligro de ver desaparecer el testimonio de nuestra atormentada historia. Siempre hubo reaccionarios y estalinistas, para acabar con La Casa. En uno de estos trances fui a hacer dibujos del despacho de L.D. Me lancé a pintar el cuadro desde la preparación del lienzo (¡Cómo en el primero!). Respeté ciertas zonas dejando la tela casi intacta (sensación de incorporeidad) por allí cerca de la puerta ventana de mayor luz, y poco a poco, llevado por la fantasía, puse la piedra de las tablas de la ley mosaica-cristiana; alrededor de los objetos, papeles en la mesa, rollos del dictáfono, entre las patas de la mesa y de la silla, por todas partes hay arremolinamientos y anaclástica (rebotes de luz). Del Sarape, en la luz del sol de Coyoacán, emergen, atravesándolo, los Exodos: bíblicos, revolucionarios, islámicos, mexicanos, rusos, cartagineses, y finalmente, se disgrega la materia de la estera de petate, sobre el piso de tablas pintado de congo, a los pies de la pareja de ancianos, ya fuera del teatro de la historia, pintados a golpe de pentimentos de temple y sumidos en "transparencias venecianas". Por demás el cuadro es pintura moderna, en eI sentido de que los colores son directos, aunque elaborados con materiales diversos; y sólo el mayor espacio del fondo oscuro tiene múltiples capas alternando pentimento y óleo para asegurar profundidad y volumen, hecho con intenso esfuerzo, como persiguiendo algo inasible. Compensando la oquedad del rincón más oscuro, surgió la figura de proa, cóncava del "profeta armado" (estaba leyendo el libro de Deutscher), como aparición del padre de Hamleth, convirtiendo al pintor y al espectador en Hamleth, herederos de la tragedia. Lo menos esperado fue la figura central. Había la deliberada intención de respetar el espacio vacío, la ausencia. Pero fuimos a Monte Albán, y aquella proa sagrada lanzada al cosmos, sembrada de formas zapotecas, de todos los tamaños, como módulos capaces de expresarlo todo, un verdadero alfabeto de signos (lo veo ahora), se me hicieron conocidos de toda la vida. Llegando al estudio me puse a jugar con estas formas de ritmos de piedra y pluma, rehiletes de luz en el espacio. Pensaba quitarlo y no obedecer a ningún propósito, me divertí pintando a T-y escribiendo con su barbita. ¡De todos modos lo iba a borrar! ¡Y así quedó hasta hoy! Me acuerdo haberle dicho a Víctor Serge ante el retrato de Lenin que pintó Diego Rivera en el Palacio de Bellas Artes: "¡No es parecido!" "Pero es una imagen de Lenin mexicano, y esto es lo interesante", me contestó mi padre. Y comprendí, cómo San Pablo en sus epístolas explicaba a las distintas comunidades el cristianismo universal. Del propósito de hacer un cuadro documental y sobrio, surgió otra vez, una imagen épica de "La vida y muerte de León Trotsky".
El tercero de los cuadros es "El instante", del momento en que recibe el terrible golpe de piolet ("siete centímetros dentro de un cerebro excepcional"). Sólo me acuerdo cómo me encontré ante el lienzo con el propósito firme de no apartarme en fantasías improvisadas y obedecer a una manera de pintar por amplias capas de colores transparentes, y trabajar todas las luces y volúmenes con el mayor cuidado. La manera veneciana, rubeniana acredi tada hasta el siglo XIX, (Delacroix, Gustave Moreau). ¡Es maravilloso cómo un método puede expresar la mayor libertad! Sólo el pintor puede entenderlo. Me avasalló la sensación de ingravidez y espacio. Velatore trenta, curanta (frota, treinta, cuarenta capas). ¡Lo hice!
Pero, otra vez, a Ud. le importa el tema. ¡Descuelge el teléfono y oiga! Todo brinca, sin apoyo en ningún lado. La mesa tiene pie-de-mesa, otro-humano, otro arde como zarzal bíblico en el que Moisés vio a Yavé, la cuarta parta es el hacha de nuestra barbarie revolucionaria. ¡La rusa! El fondo es cielo, y mar, donde L.D. pidió se arrojaran sus cenizas, como lo pidió Marx. Natalia no le hizo. Como las suyas, un día las depositaremos en el pleno mar del socialismo ruso. ¡Esta vez el verdadero! Un libro vuela, veinte veces repintado: oscuros-óleo, blancos-tempera. ¡Cómo mármol! Las suelas desgastadas de mi padre muerto. (Por allá una figura que no pude pintar, ni quitarla tampoco; un calibán ¡es como la realidad!).
Vlady, 21 de diciembre de 1990, México D.F.