Marsella1


Planeta sin visado, sin dinero, sin brújula, gran cielo desnudo sin cometas

El Hijo del Hombre ya no tiene dónde descansar su cabeza,

Su cabeza, blanco de tiradores mecánicos

Su remington portátil y su último veliz

Que porta los nombres de quince ciudades tomadas...


Moscú - Viena - Berlín

Barcelona, ¡Barcelona!

París, Parque Montsouris,

Orleans, Beaugency, Notre-Dame-de-Clery

Vendôme, ¡Vendôme!

¿Qué hacer si el horizonte se parece tanto a una cárcel?

Todos los exilios del mundo pasan la tarde en el café del delator griego 

Los suicidas indecisos se pasean por el muelle, miran

Las lanchas Désir, Île de Beauté, Notre-Dame-de-la Garde,

Temen la redada porque los suicidas vagos nunca tienen los papeles en regla.


Dicen que hay que escribir al Comité Americano,

Leen los periódicos, ríen, fuman, casi parecen

seres vivos como debe ser

-Déjenos reír, Madame, de esta empresa demente, el exterminio

universal de los Judíos,

No llegará usted a nada, son demasiados, y además los Ricos se salvarán

siempre; dirán: somos Arios,

Se les creerá porque pagarán,

Y los pobres, Madame, Judíos o Arios, no son nada.


El Hijo del Hombre escucha, bebe un té de menta, recuerda que está

sin un solo centavo, Pero le vale,

Lo principal sería escribir esta noche la séptima tesis sobre la revolución permanente.


Su libreta plena de ideas fulgurantes, listas para soltar relámpagos,

Pero tuvieron que escribirse en términos convencionales que nadie

comprenderá cuando él desaparezca.


Va hacia el puente transbordador mirando al cielo absurdamente en paz,

De pronto se siente en paz como ese cielo, absurdamente,

Está feliz de vivir por las grandes gaviotas que sobrevuelan el puerto,

Y quizá también sería feliz de morir en este instante

De una muerte de militante, metálica, fulminante, casi esperada,

Pero son cosas que se prefiere fingir que se ignoran

Y se les admite a medias, desaprobándolas.


Unas prostitutas desocupadas, detrás de los vidrios de un

pequeño bar pegajoso, Dicen: Ha de ser un Ruso, un Judío o algún anarquista español,

¡Cuántos extranjeros sin dinero, hoy, con gusto los enviamos a África!

Bajo un halo sombrío unos marinos deformes barajean sus cartas flojas,

Triunfo, paso, trébol,

El padrote gordo diserta sobre las recetas de los tallarines,

Júpiter y Saturno brillan en lo alto del cielo.



Victor Serge 1941

(traducido del francés por el Colectivo La trajinera)



1Victor Serge, Pour un brasier dans le désert, Poèmes réunis, établis & annotés par Jean Rière, Plein Chant, 1998, pp. 89-91. Traducción Colectivo La trajinera.